Proserpina

Cuadro "Proserpina" de Dante Gabriel Rossetti, 1874.
Proserpina, 1874, por Dante Gabriel Rossetti. Modelo: Jane Morris.

Una de mis pinturas preferidas es Proserpina, de Rosetti, mi pintor favorito.

Proserpina es la versión romana de Perséfone. El mito es el mismo, un mito rico, antiguo, lleno de perspectivas y matices. Algunos preciosos, otros terroríficos.

El mito de Proserpina y el ciclo de la vida y la muerte, y del cambio de las estaciones:

Proserpina era la joven y preciosa hija de Ceres, la diosa de la Tierra, la agricultura y la naturaleza, y Júpiter, el dios principal romano (equivale al Zeus griego). Una tarde que estaba bañándose en un lago junto a un grupo de ninfas, apareció Plutón (equivalente a Hades), quien había recibido el impacto de una flecha de Cupido, con su carro y caballos, rapta a Proserpina y se la lleva al Inframundo, dónde la convierte en su esposa.

Ceres, desesperada por la desaparición de su hija, se disfraza de anciana y se pone a buscarla por todas partes, descuidando sus funciones y dejando que la Tierra se cubra de nieve y escarcha, sin dar fruto.

Júpiter, finalmente, manda a Mercurio al Inframundo para indicarle a Plutón que Proserpina ha de regresar junto a su madre.

El Inframundo tiene una norma inquebrantable: si se come algo allí ya no se podrá regresar a la Tierra.

Proserpina come seis granos de granada (en algunas versiones cuatro) y eso hace que esté obligada a pasar seis meses en el Inframundo.

De esa forma, cada año, cuándo Proserpina sale y se reúne con su madre, empieza la primavera y luego el verano, el tiempo de florecer y dar fruto. Y cuándo ella regresa al mundo de los muertos, su madre, de nuevo desolada, abandona sus funciones y deja la Tierra cubierta, primero de hojas caídas y a continuación de un manto blanco y frío.

Proserpina, reina del Inframundo, es una de las pocas figuras femeninas de la mitología clásica con poder real, que no es una mera consorte, sino que toma decisiones de verdad.

Cosas que me encantan del mito: esa madre que incansablemente remueve cielo y tierra en busca de su hija. La versión en la que ella, Proserpina, come los granos voluntariamente porque se ha enamorado y quiere pasar tiempo con Plutón (símbolo de fidelidad), que sea reina del Inframundo y que tenga poder, que no sea solo consorte (vamos, florero), que sea una historia que simbolice renovación: muerte (Inframundo) y resurrección (Primavera) o su equivalente: depresión o problema y superación.

Cosas que no me gustan: el rapto, la violencia, el poder de Plutón para hacer eso sin consecuencias, sin que ni siquiera Júpiter, que era el padre de la joven, hiciera nada. Claro que Júpiter era incluso peor en sus niveles de abuso y violencia sexual. No me gusta la versión en la que él engaña a Proserpina para que coma los granos de fruta y esté obligada a volver con él.

Hay que entender el mito en su época y contexto. Tiene cosas terribles, pero también preciosas; y Proserpina acaba siendo una de las diosas más poderosas: con poder sobre la Tierra y el Inframundo. Con capacidad de aportar alegría y prosperidad de forma cíclica para todos y que gobierna en el mundo de las almas también, y eso significa que acaba siendo reina para absolutamente todos.

Me resulta uno de los mitos más bonitos, complejos y completos de la mitología clásica y además la representación del cuadro de Rossetti (aunque tiene, que sepamos, siete versiones más, una incluso con el pelo rojo) es mi favorita. Está cargada de belleza, pelazo y simbología.

¿Qué crees que significa la granada en el cuadro más allá del mito? ¿Te gustaría saber mi opinión?

Mujercitas

Mujercitas
Mujercitas

La primera novela que leí fue “Mujercitas”, de Luis May Alcott. Yo tenía nueve años, y aunque había leído muchísimos cuentos, tebeos, revistitas, etc., nunca había leído una novela como tal hasta entonces. Mi madre me la regaló, convencida de que me gustaría. ¡Cuánta razón tenía! La empecé, y la devoré. Tal y como cogí el libro, lo leí, leí y leí. Y tal y como lo terminé, sentí un vacío enorme. Inmediatamente, volví a abrirlo por la primera página y lo releí de cabo a rabo. ⁣

En cuanto terminé el libro, inmediatamente, volví a abrirlo por la primera página y lo releí de nuevo. Ese fue el efecto que «Mujercitas» me causó.


⁣Era un mundo en el que, aunque era evidente que no todo era perfecto, ya que aparece la guerra, la pobreza, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte, al mismo tiempo era bonito, confortable, elegante, evocador. Me permitía sumergirme en un mundo idealizado en el que hallaba un gran confort en multitud de detalles: esos pequeños cuadernitos que la madre les deja bajo la almohada, ese desayuno de Navidad que regalan, los bailes, las representaciones teatrales en familia, la mansión de los Laurence, el baile en casa de los Gardiner o los Moffat… Y la nieve, el lago sobre el que patinan, los vestidos… En mi imaginación, a pesar de las miserias, todo era precioso y me permití idealizarlo. ⁣

¿Y la rebeldía? A mí me volvía loca de orgullo esa madre, apoyando a su hija para que no vuelva a la escuela y yéndole a cantar las cuarenta al profesor. Me pareció lo más maravilloso del universo. ¡Eso era la monda cachonda! ⁣

Por supuesto, no entendí muy bien, en aquel momento, porque Jo no elegía a Laurie, pero me dejó la semilla de que incluso al más bueno o al más guapo, le puedes decir no. ⁣

Me gustaba leer cuentos, pero sumergirme en “Mujercitas” me hizo enamorarme, de manera definitiva, de la literatura a un nivel superior. ⁣

Es un libro al que le estoy muy agradecida. Tuvo tal impacto en mí que, desde entonces, siempre me he sentido atraída por todo lo que tiene que ver con el siglo XIX; y creo que sin la lectura de ese libro, no estaría hoy escribiendo las historias que escribo. Así que, gracias mamá, por regalarme este libro.⁣